
Estamos viviendo una época en la que hay escaso respeto por el conocimiento ajeno y en el que se confunde conocimiento con opinión. Conocimiento es saber, estar instruido en algo, y opinión es juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien.
Estábamos convencidos de que, con la llegada de la democracia, el conocimiento se difundiría sin cortapisas y los ciudadanos podríamos acceder libremente a él. Se llegó a afirmar —y se sigue afirmando— que el conocimiento nos haría más libres. La generalización de las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC) nos convenció de que la época del saber había llegado y se impondría sobre la de la opinión.
Sin embargo, nos aguardaban sorpresas negativas en el camino de la verdad. En la década de los ochenta del pasado siglo, ya Isaac Asimov —prolífico autor de obras de ciencia ficción, historia y divulgación científica —avisó de un defecto que por entonces empezaba a verse con cierta frecuencia: en nombre de la libertad de expresión nos estaban convenciendo de que «mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento».
Con el paso de los años, dicha afirmación se ha extendido. Sorprendentemente, vemos a diario como científicos y profesionales de la medicina tienen que salir a desmentir las expresiones que algunos llamados «influencers», que difunden por las redes sociales sus opiniones —que no sus conocimientos— sobre temas tales como la pandemia o las vacunas, aportando como único mérito el tener cientos de miles de seguidores.
Ante esta situación, ¿qué podríamos hacer? Evidentemente, la prohibición de expresar esas opiniones no es una opción. Ya en un articulo anterior mencionábamos que, si bien todos los votos valen en democracia, todas las opiniones no tienen el mismo valor y no todas las opiniones son respetables. Pero que solo en muy determinados casos —defensa del racismo, de la xenofobia, del genocidio, de la pederastia, etc. —sería ilegal expresarlas.
Entonces ¿es sensato permitir que las mentiras conformen nuestras opiniones? En nombre de la libertad de expresión ¿debemos permanecer inermes cuando alguien difunda noticias falsas? Como ciudadanos libres que viven en democracia debemos expresar, ante todo aquel que quiera oírnos, nuestra repugnancia y rechazo ante aquellos que niegan la verdad científicamente demostrada, que ignoran el conocimiento y nos quieren inculcar sus opiniones ajenas al conocimiento sólidamente basado.
No es mucho. Pero permanecer impasibles es aún menos.
El único comentario que se me ocurre es que estoy totalmente de acuerdo con el autor. aunque no es fácil expresar nuestro rechazo ante quien, conscientemente, difunde noticias falsas. Obviamente habrá que distinguir entre noticias falsas intrascendentes (yo creí en los Reyes Magos hasta los 10 años) y aquéllas que puedan afectar a la salud física o mental de la ciudadanía.
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Estás en vena. Me alegro mucho de recibir tus reflexiones , que comparto totalmente.
Feliz Navidad.
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