
En el pasado el trabajo era entendido, básicamente, como una forma de ganarse la vida. Se realizaba una labor para una empresa —o para si mismo, los autónomos— por la que se percibía una retribución, que habitualmente bastaba para vivir.
Esta forma de entender el trabajo ha cambiado sustancialmente en los últimos años. La globalización y la gestión de esta —en beneficio de las entidades financieras y de las multinacionales— ha condicionado grandes cambios en el mercado laboral. Estas modificaciones de las condiciones de trabajo han provocado un incremento del paro y una menor calidad y retribución de los puestos de trabajo, produciendo un cierto disconfort en los trabajadores, que se siente alienados.
El investigador británico Guy Standing ha acuñado el termino precariado para denominar a estos nuevos trabajadores, a los que considera como una nueva clase social emergente. Para Standing, la precariedad supone sufrir la inseguridad laboral —falta de un trabajo decente o con derechos laborales dignos—, la inseguridad de identidad y la falta de control del tiempo de vida, lo que dificulta —si no imposibilita— la posibilidad de establecer una planificación vital.
Una novedad importante de esta nueva clase social es que en ella están incluidos jóvenes educados, muchos de ellos sobrecualificados, que trabajan —o intentan trabajar— en ocupaciones relacionadas con el conocimiento, cada vez mas frecuentes, trabajos creativos, intelectuales, y que gozan de un cierto prestigio social.
Conscientes de su precaria situación, algunos de estos trabajadores intentan mejorar su empleabilidad rebajando las pretensiones económicas o trabajando durante más horas, de manera que resulten más rentables, adaptándose a lo que sus empleadores exigen. Esto hace que presten menos atención a las horas de trabajo y a la remuneración, y mas a la gratificación de la labor a realizar. En esta situación encuentran dificultades para diferenciar el trabajo del ocio, y a plantearse su realización exclusivamente en el trabajo. Es decir, cayendo en lo que algunos autores han llamado autoexplotación.
Ante esta tremenda realidad, Standing considera que «los dirigentes políticos deben hacer reformas sociales ambiciosas con el fin de garantizar la seguridad económica y financiera como un derecho». Considera que, si los políticos no toman las decisiones necesarias, es muy posible que surjan «movimientos sociales cargados de ira y violencia», y que nazcan y/o crezcan los partidos políticos de extrema derecha.